Equilibrio Bio-sistémico

martes, 2 de marzo de 2010
El ser humano ha poblado el planeta Tierra desde hace más de XX siglos. Desde sus inicios comenzó a explotar los recursos naturales a partir de una visión egocentrista donde el beneficio personal establece los parámetros de comportamiento cultural, económico, político y social.

“El proceso de crecimiento y desarrollo no ha sido lineal o constante. Hay ambas tendencias a largo plazo en la condición humana - el aumento de población, el desarrollo cultural, la explotación global, el empleo de recurso - y el modelo cíclico de actividad política y económica y el desarrollo tecnológico. Sociedades humanas han crecido y se han derrumbado muchas veces en la historia humana”. (Harris, 2007)

Sin embargo, un factor importante con el que no ha contado la especie humana es el agotamiento de los recursos. Mientras más aumenta el “desarrollo” y las extensiones urbanas invaden el campo, hay un deterioro inversamente proporcional del planeta. Mismo que se traduce en contaminación global, rompimiento de la capa de ozono, escasez de agua, efecto invernadero, calentamiento de la superficie terrestre, etc. La lista es interminable y las acciones correctivas para remediar la situación son insuficientes.

El desarrollo de la urbe se ha vuelto insostenible, mientras los políticos pelean por su rebanada del pastel y las grandes transnacionales se aventajan de los países en vías de desarrollo, el planeta pide a gritos un descanso. En un intento desesperado por subsanar la situación se han creado nuevas tecnologías que produzcan menos desgaste a la naturaleza y evite el agotamiento de los recursos no renovables, además de disminuir la contaminación.

El reto al que se enfrentan estas nuevas tecnologías es primeramente económico, puesto que como en todo el quehacer humano, los intereses del capital se anteponen a cualquier otra cosa. Y habrían de existir beneficios palpables para los inversores. Otro punto importante es la evidente dicotomía prevaleciente del sistema, es decir que sólo tendrá acceso a estas tecnologías quién tenga dinero suficiente para invertir.

Siendo realistas, los países más desarrollados con posibilidades de invertir son los más contaminados, y los países pobres o “en vías de desarrollo” como disfrazadamente los llaman, que son los que generalmente tienen mayores riquezas naturales tendrán que someterse o perecer.

Es un hecho: mientras no se modifique la cultura del ego, y el pensamiento humano evolucione en pro de un bien colectivo, aislado de vanos intereses económicos y políticos, no existirá el cambio profundo que requiere el planeta. Los recursos continuarán en un decremento y la especie humana llegará a su decadencia.

La conciencia de un equilibrio bio- sistémico, donde la vida depende de más vida, es necesaria. Sin continuamos creyendo que solo podemos proveernos sin retribuir algo a cambio, no existe futuro alguno.

Las políticas de Estado deben reformarse y vislumbrar un futuro más allá del inmediato, puesto que deben atacarse de raíz problemas como la corrupción , la sobrepoblación, y sobretodo la ética humana, preservando el valor por la naturaleza.

Fuente consultada:
Harris, G. (2007). Seeking Sustainability in an age of complexity. Cambridge, England: Cambridge University press .

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